Por Gregorio Moya E.
Hay un debate acerca de establecer en el país, como parte de la reforma peledeísta de la constitución, la Sala Constitucional, que servirá de tribunal para decidir la constitucionalidad de las leyes, reglamentos y disposiciones emanadas por el poder.
Se ha destacado, y es bueno que así sea, que la idea primigenia es del tristemente recordado Jorge Blanco, que desgobernó el país en el período 1982-1986. No podía tener mejor padre ese engendro, ni podía mejor padrino que Leonel Fernández. Son productos de la familia para asegurarse su dolce vita.
Bien, pero lo que queremos destacar es que con Sala Constitucional o no, es seguro que continuaremos teniendo “la tranquilidad de que la injusticia siga siendo injusta” como dice Galeano en las Venas Abiertas de América Latina.
Porque toda las reformas introducidas en la justicia eso es lo que han logrado, mantener la injusticia, vistiéndola con ropas nuevas, mudándola a edificios cuyos costos se sobre valuaron y en cada aguacerito se inundan del agua que quiere lavar inmundicias de ellos.
Porque las reformas no han terminado con la venalidad, sino que la ha dulcificado.
No nos desesperemos, tenemos segura la injusticia con sala constitucional o no.