Por Gregorio Moya E.
La República
Dominicana tiene una serie de problemas
fundamentales. Muchos, los herederos del tirano, incluyen la inmigración haitiana,
como el principal problema de nuestro país. Incluso consideran que el hecho de
compartir la isla con Haití en sí mismo es el problema.
Que la deuda
externa sea un 40% del PIB palidece como problema ante la presencia haitiana
para los xenófobos trujillistas y de nuevo cuño.
Los
autollamados nacionalistas de ocasión dicen que los haitianos les quitan
empleos a los dominicanos porque su mano de obra es más barata. Con poco le atribuirían
el auge de la delincuencia también a los haitianos.
Muchos
nacionalistas frente a los haitianos dicen que estos son culpables de la deforestación
de nuestros bosques. Para ellos no ha sido la minería extractiva, la inequidad socioeconómica
en la zona rural que lleva al conuquismo, y la irresponsabilidad gubernamental
los causantes del deterioro ambiental en el país.
Al inicio de
la epidemia del VIH/SIDA consideraban que el principal riesgo era también la inmigración
haitiana. Achacan la alta tasa de mortalidad materna a que en los hospitales se
dice que atienden a las haitianas que representan el 20% de los partos. Culpan
a los haitianos de la malaria y hasta de problemas de higiene que hay en
nuestras ciudades y campos.
En fin, hay
una situación de xenofobia en el país, que oculta las causas de los grandes
problemas del país.
No son los inmigrantes
haitianos los que definen y aplican las políticas públicas en materia de
desarrollo económico, en materia de educación y salud.
No es la inmigración
haitiana la que amarró al país al ALCA, que ha puesto en mayor desventaja al país
en el comercio internacional.
Tampoco los
haitianos son responsables del abismo eléctrico en que tienen al país un grupo de avivatos que se han hecho a su
medida contratos eléctricos en los que cobran con plantas apagadas.
La inmigración
haitiana que cortaba caña en los ingenios no es responsable de su privatización
y canibalización de los ingenios.
La jerarquía civil
y militar corrompida no tiene entre sus jefes a inmigrantes haitianos. Tampoco
hay haitianos en el Congreso Nacional, el mayor estercolero que hay en el país.
Pudiéramos
seguir, pero el rosario sería muy largo.
La inmigración
haitiana tiene que ser analizada a profundidad, comprendiendo que la misma forma parte de una marea que hay
en el mundo, cuya osmosis va de donde hay peores condiciones de vida a donde
hay posibilidades de mejora. No es un problema de opciones, es de realidades.
La inmigración
haitiana nos plantea retos como nación y como pueblo. El primero es el de ser
solidarios en medio de nuestras precariedades.
Un segundo
reto es el de garantizar los derechos humanos sin discusión. Que una cantidad
de dominicanos cuyos padres son de ascendencia haitiana se les niegue la
nacionalidad porque sus padres eran indocumentados o estaban de paso es poner
la ley por encima de la gente, cuando debe ser lo contrario, las leyes son para
la gente, para garantizar su bienestar y derechos, en el mejor sentido evangélico,
que muchos convenientemente olvidan.
El tema de la
soberanía nacional no corre peligro con la inmigración haitiana, a menos que se
piense que unos 1000 ciudadanos que piden pasar la frontera a que se le de
trabajo y un cura, son un peligro, o que los haitianos que viven en el país se levantarían
contra los dominicanos en una guerra que está en la cabeza de los antihaitianos
trujillistas.
La capacidad
productiva del país ha sido diezmada por el modelo de desarrollo económico que
le han impuesto al país las potencias extranjeras, principalmente los yanquis.
La nación dominicana
está amenazada por la dependencia que afecta nuestra capacidad de producir para
cubrir nuestras necesidades como pueblo. El pueblo dominicano está amenazado
por las ideas y valores que imponen también las potencias extranjeras, ideas
que denigran nuestras raíces nacionales, que vulneran nuestra identidad como
pueblo.
Y en eso
aspectos, los haitianos de aquí, de allá y acullá tienen esas mismas amenazas.
Otra cosa son las debilidades que tenemos los dominicanos. La principal amenaza
es que no hay una clara distinción entre los buenos y verdaderos dominicanos de
la facción antinacional que desde los primeros días de la independencia tomaron
control del país.
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