domingo, 1 de marzo de 2020

Trabucazo 2020, carnaval, máscaras, antipolítica y conservadurismo


Por Gregorio Moya

La manifestación ciudadana denominada Trabucazo 2020 se caracterizó por su diversidad, aunque la misma vetó la participación de los partidos políticos por considerarlos responsables como un todo del desastre político, institucional y ético en el que está metida la nación.

Esa manifestación fue espacio para demandar a la JCE su renuncia unos, la organización de elecciones limpias otros, para apoyar que se realice una investigación que de con los culpables boicot, fraude y golpe de estado electoral llevado a cabo el 16 de febrero. Unos apelan a que la investigación la realicen organismos internacionales, coincidiendo con el gobierno, otros demandan una investigación por fiscales independientes, pero nacionales, por asuntos de soberanía y para que las conclusiones sean efectivamente vinculantes.

El trabucazo 2020 reunió religiosos que llevaron allí su reclamo de que se lea la biblia en las escuelas de forma normativa, también que se mantenga la prohibición del aborto en cualquier situación, aunque la embarazada se muera en esa situación.

Muy cerca de los grupos religiosos estaban los nacionalistas que no dejan de culpar a los inmigrantes haitianos de todos los males del país, como el desempleo, la pobreza, los problemas de salubridad y desplome del sistema de salud, la real situación del sistema escolar que no avanza, incluso la violencia y delincuencia.

Estuvieron presentes también los movimientos defensores de los derechos y la equidad de género, defensores de los que tienen diferentes identidad y preferencias de género y sexuales.

Miles de jóvenes, con otros miles no tan jóvenes y unos definitivamente no jóvenes.

Trabucazo 2020 fue una especie de fiesta de la cohabitación y la tolerancia, incluso entre intolerantes.

Artistas movidos por la fuerza de la convocatoria, que al momento de hablar decían generalidades y apelaban al “todos somos dominicanos”, sin establecer que hay buenos y malos dominicanos, dominicanos corruptos y tramposos y dominicanos honestos. Algunos artistas, de clara definición conservadora y derechista como Juan Luis Guerra, que aunque muchas de sus canciones son críticas, su identificación con el poder norteamericano desde su apoyo a Bush en 2001 o su participación en conciertos contra los gobiernos chavistas, sin poner mientes en los propósitos de los enemigos del gobierno venezolano.

De lo que se trata es de mirar las características de un movimiento que su fuerza está en la reacción contra el fraude, en su rechazo a la institucionalidad que permitió el fraude, la JCE y su apertura democrática.

También hay que ver sus límites. Del rechazo a los partidos políticos a la antipolítica es sin duda que una limitante para poder integrar sectores que son activos políticamente, que no es democrático excluirlos, quizás no permitir el protagonismo de estos, pero tampoco exclusión genérica. La antipolitica en una de las expresiones políticas del conservadurismo, que abre espacios a propuestas supuestamente no políticas en la que caben todo tipo de outsider, como ocurrió en Perú con Fujimori, con otras propuestas que han significado desplazar gobiernos por lo menos antineoliberales y de clara defensa de la soberanía, a gobiernos neoliberales pronorteamericanos, profundamente conservadores, clericales atrasados y reaccionarios.

También, esa amplitud permite que se utilice como carnaval muchos de los que asisten, figuras públicas que incluso se atribuyen el papel de jueces de prohibir la asistencia a estas manifestaciones a determinadas personas o expresiones organizadas de la sociedad.

De lo que se trata pues, es comprender la potencialidad de estos movimientos, pero sus límites, de que es necesario construir instrumentos de organización y movilización permanentes, con estructuras funcionales y disciplina. Son aspectos complementarios, no antagónicos ni excluyentes.

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