domingo, 10 de noviembre de 2024
Queriendo ir más allá: buscando explicación en la economía y la sociedad el triunfo de Trum
Por Gregorio Moya E.
Abordamos algunos aspectos de la contradicción en el escenario político de las elecciones en EEUU, que tuvo como ha sido habitual, la polarización entre demócratas y republicanos, el enfrentamiento entre Donald Trump y Kamala Harris.
Por un lado, la preocupación por el riesgo fascista del trumpismo; por otro, la percepción de que ninguno de los dos candidatos representa una alternativa real para los pueblos. Sin embargo, ¿qué llevó a muchos votantes a rechazar al Partido Demócrata y su candidata y optar por el conservadurismo de Trump?
La economía es la infraestructura de la sociedad… “La política es economía concentrada” (Lenin). A menudo se dice que la decisión de los votantes está impulsada por las emociones y que populistas como Trump las explotan. Sin duda, esto tiene una base real, y hay estudios que lo respaldan. Sin embargo, aunque las emociones son manifestaciones subjetivas, poseen una razón objetiva: las emociones político-electorales tienen un fundamento económico y social.
Es necesario profundizar en el análisis de la economía y la economía política. Esto nos permite comprender las relaciones entre los distintos sectores y factores económicos —finanzas, industria, comercio— y cómo estas relaciones configuran vínculos de clase, fundamentales para una acción de clase desde el punto de vista político.
La perspectiva de clase es crucial. Por ello, es pertinente plantear que los pueblos y las clases trabajadoras no tenían una opción que respondiera a sus intereses en las candidaturas de Trump y Harris. Las relaciones de clase no ofrecían perspectivas de mejora para la clase trabajadora en la opción demócrata; más bien, representaban una continuación de lo mismo. El trumpismo, por su parte, apelaba a la emoción de los desplazados, de la clase trabajadora, aunque su retórica culpaba, no al sistema capitalista, sino a los inmigrantes. En esa disputa, Trump canalizó el descontento y la frustración, cuyo origen real está en la financiarización de la economía.
Hoy en día, un tema clave de debate es la financiarización de la economía. Se discute si el auge de las finanzas se dio a expensas de la industria (Robert Brenner y Cédric Durand) o, por el contrario, fortaleció al capital industrial (Scott Aquanno y Stephen Maher). Independientemente de la postura, es innegable que las finanzas son determinantes en el modelo neoliberal actual. El neoliberalismo es la expresión ideológica y organizativa de la hegemonía del capital financiero sobre los demás sectores del capitalismo.
El neoliberalismo es el modelo que adopta el capitalismo en crisis para asegurar el imperativo de acumulación, capturando una mayor porción del producto social en una realidad donde el rendimiento de la tasa de ganancia en la base industrial se agotó tras el auge de la posguerra.
La hegemonía financiera en el capitalismo actual responde a ese imperativo de acumulación en un momento de crisis. Sin embargo, esta financiarización no es una política anti-industria; es una interacción en la cual el capital financiero es dominante. Dentro de su hegemonía, puede deslocalizar la industria y ubicarla fuera del país, ya que lo fundamental es la ganancia y la acumulación de capital. El capital, en su desarrollo, ha adoptado un carácter internacionalista e imperialista para cumplir ese imperativo de ganancia a toda costa.
La desindustrialización en Estados Unidos es un fenómeno complejo con un impacto significativo en la economía y la sociedad en las últimas décadas. Este proceso, impulsado por el capital financiero, se refiere a la disminución de la actividad industrial y la pérdida de empleos en el sector manufacturero, lo que ha provocado cambios estructurales en la economía. Desde 2000 hasta 2010, Estados Unidos perdió aproximadamente el 36% de los empleos en manufactura. (Referencia).
La desindustrialización ha destruido no solo la economía nacional, sino también comunidades enteras, dejando en su lugar una cadena de desolados “cinturones de óxido”. La automatización y la innovación tecnológica, aunque incrementan la productividad, también reducen la necesidad de mano de obra en el sector industrial, generando un estancamiento salarial, aumento del desempleo y crecimiento de la pobreza.
Ese es el caldo de cultivo del trumpismo, que se alimenta de las derrotas en las aventuras bélicas y el alto costo social de la guerra, cuyo precio es pagado por el pueblo, mientras que el complejo militar-industrial, hegemonizado también por el capital financiero, obtiene los beneficios.
¿Qué ocurrió en Estados Unidos para propiciar el auge del trumpismo? Esta propuesta conservadora, populista y fascistoide ha captado la frustración de la clase obrera y las clases populares, que reaccionaron contra una figura como K. Harris, representante visceral de una poderosa alianza hegemonizada por el gran capital, que en este momento de crisis adopta como estrategia la economía de guerra. Para muchos, el discurso de “hacer a Estados Unidos grande otra vez” resonó como opción, ya que sectores de izquierda orientan su discurso hacia derechos de cuarta generación y cuestiones identitarias, en lugar de abordar políticas de clase, que realmente podrían responder a las demandas de los sectores oprimidos y marginados.
Incluso, las propuestas de Bernie Sanders, aunque progresistas y orientadas a:
• Redistribuir la riqueza a los trabajadores que la crean.
• Otorgar a los trabajadores una parte de la propiedad de las empresas en las que laboran.
• Dividir monopolios y revisar las fusiones corporativas de la era Trump.
• Hacer que las corporaciones paguen su justa parte de impuestos revirtiendo las exenciones fiscales corporativas de Trump.
Estas ideas, a pesar de ser sinceras, encuentran su limitación en la naturaleza misma del Partido Demócrata, que representa a la oligarquía denunciada por Sanders. El voto a Trump contiene mucho de voto castigo, un voto donde no hay una alternativa real, eligiendo por el “mal menor”, que en última instancia sigue siendo igual de perjudicial, o incluso peor.
sábado, 2 de noviembre de 2024
Aumento general de salarios para aliviar la pérdida de ingresos de los trabajadores
Por Gregorio Moya E.
En el país se observa una pérdida de valor en los salarios de la clase trabajadora, lo que reduce su capacidad para adquirir productos básicos de la canasta familiar.
En efecto, en 2024 el costo de la canasta básica familiar en la República Dominicana ha mostrado un aumento significativo. En febrero de 2024, el costo promedio de la canasta familiar se situó en RD$44,967, lo que representa un incremento del 3.3% respecto al año anterior, cuando costaba RD$43,531 en febrero de 2023. Para junio del mismo año, el costo promedio alcanzó RD$45,255.74, lo que representa un aumento de RD$328.44 desde enero del mismo año.
La canasta de las familias de menores ingresos (quintil 1) se ubicó el mes pasado en RD$27,044.03, una diferencia de RD$182.39 en comparación con los RD$26,861.64 que costaba en enero de este año y RD$5,890.52 en comparación con agosto de 2020. En el caso de las familias en el quintil 2, la canasta familiar básica alcanzó los RD$35,189.60, reflejando un aumento de RD$7,526.49 respecto a agosto de 2020 y RD$193.86 en comparación con enero de 2024. Los hogares del quintil 3 tienen una canasta básica promedio de RD$41,562.33, una diferencia de RD$201.23 respecto a enero y RD$8,611.35 en comparación con agosto de 2020.
Desde febrero de 2020 hasta febrero de 2024, el costo promedio ha aumentado un 28.2%, pasando de RD$35,063 a los actuales RD$44,967. Este aumento refleja una tendencia general al alza en el costo de vida en el país.
En otras palabras, la clase trabajadora se vuelve cada vez más pobre, especialmente aquellos en el quintil 1, los de menores ingresos, cuya alimentación se ve afectada. Aproximadamente el 56% del ingreso total del quintil 1 se destina a alimentos, lo cual refleja una alta dependencia de estos productos básicos. Así, los bajos salarios y los altos precios inciden en la alimentación de este segmento de la población. Mantener los salarios congelados por años, como ha sucedido en el país, es un acto injusto.
Se sabe que, a medida que aumenta el ingreso familiar, la proporción del gasto destinado a alimentos disminuye, por lo que resulta injusto mantener salarios tan bajos.
En el país no existe un salario mínimo nacional que cubra las necesidades básicas, conocido en otros lugares como salario vital. El sector privado tiene la siguiente escala salarial desde el 1 de febrero de 2024, cuando se establecieron nuevos salarios mínimos según la clasificación de las empresas:
Empresas grandes: RD$25,116.00
Empresas medianas: RD$23,023.00
Empresas pequeñas: RD$15,428.00
Microempresas: RD$14,232.00
En el sector público, el salario mínimo para los empleados se mantiene en RD$10,000.00, con lo que apenas se cubre el 36.97% de la canasta básica del quintil 1. En otras palabras, este es un salario insuficiente que, al parecer, el gobierno no planea reajustar, argumentando que no se realizó la reforma fiscal.
El Ministerio de Trabajo ha destacado que el promedio ponderado actual de los salarios mínimos en el país es de aproximadamente RD$17,873, lo que apenas cubre el 66.08% de la canasta básica de las familias de menores ingresos (quintil 1). Esto significa que, aunque se anuncie un crecimiento económico sostenido, los trabajadores ven disminuir su poder adquisitivo. Este crecimiento parece estar impulsado por la explotación de la clase trabajadora, que no recibe los frutos de dicho crecimiento.
En un contexto donde se discute una reforma laboral, con poca presencia sindical y una representación funcional al régimen patronal-gubernamental, y con un congreso dominado por sectores de poder, es necesario avanzar desde otros sectores de la sociedad para lograr una mejora salarial y defender los derechos de la clase trabajadora.
Es urgente y necesario luchar por un reajuste general de salarios para disminuir la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores.
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