viernes, 3 de noviembre de 2023

Los hechos de la zona colonial, la teoría de las ventanas rotas y el modelo Giuliani

Por Gregorio Moya E. En base a un experimento social realizado por Philip Zimbardo se formuló la llamada teoría de las ventanas rotas, que sostiene que la sensación de abandono y deterioro que transmite la ventana rota de un vehículo provoca reacciones vandálicas en cadena. La sistematización teórica de ese experimento se ha convertido en un paradigma que explican conductas antisociales y delictivas en ciudades, muy parecidas a las que escenificaron jóvenes el sábado 28 de octubre pasado. La “teoría de las ventanas rotas” fue uno de los fundamentos del modelo Giuliani para combatir el crimen. En base a un cuestionable o relativo éxito de Giuliani como alcalde y su modelo, este personaje hosco, está exportando su modelo y promoviendo las lecciones de su implementación, incluso vendidas como buenas prácticas en Centro América y el Caribe. En su ruta de mercadeo el modelo Giuliani fue presentado como posible estrategia para combatir la criminalidad. El modelo Giuliani considera que “Cuando hay una abrumadora cantidad de crímenes en la sociedad, eso no se resuelve con escuelas, bibliotecas, barrios agradables y equipos deportivos. Hay que reforzar el orden público. Cuando se logra reducir el crimen, el paso siguiente es desarrollar programas sociales. Es entonces cuando se crean más empleos, mejores barrios y mejores escuelas”. Es decir, las necesidades económicas y sociales, las carencias de acceso a servicios y derechos son pospuestos para cuando se logre el orden público. Es decir, lo que hay que mirar son las ventanas rotas, puntos específicos de la realidad, no las estructuras socioeconómicas de injusticia y marginación, y su correlato sistema de ideas individualistas, del sálvese quien pueda y el “vamo arriba y no te apure”. Se abandona con el modelo Giuliani la visión de totalidad que debe tenerse al abordar un problema tan complejo como es la criminalidad. En línea con la teoría de las ventanas rotas y el susodicho modelo, El Listín Diario en su editorial del 31 de octubre de 2023 dijo que “Ni el gobierno ni la justicia pueden dejar sin castigo a los responsables de los colosales desmanes cometidos en la Ciudad Colonial el pasado sábado”, añadiendo que “Aquello fue el asalto de una gleba viciosa, parasitaria, que vegeta en los ambientes de bebentinas, drogadicción y libertinaje sexual y que no tiene miramientos frente a las reglas del orden público ni compromiso con el engrandecimiento del país”. Sin dudas que las autoridades no deben quedarse de brazos cruzados frente a este despropósito masivo. Pero, no puede ser con el enfoque Giuliani como al parecer se desliza en el editorial del Listín Diario. No puede verse solo una parte del problema, la ventana rota, el acontecimiento puntual. Debe hacerse acopio la realidad en su totalidad en que se produce el fenómeno condenable. Porque como dice Federico A. Jovine Rijo en el mismo periódico este 31 de octubre, “más que acusarlos y condenarlos, deberíamos agradecerles que ocuparan la Zona y le estrujaran a la sociedad la forma en que los políticos los han condenado a vivir. Porque mientras el “teteo” sea en “La 42”, no pasa nada, allí sí que pueden hacer cualquier desmadre que quieran entre ellos, y algunos políticos hasta se atreverán a verlo como un “atractivo turístico”, pero si se salen de su gueto, cuidadito... que nos escandalizamos.” Y como comienza su escrito el articulista, “La élite se regodea en el centro y desprecia a la periferia.” Y eso es lo que más hemos visto, desprecio a la periferia, no les importan los “teteos” siempre que ocurran en los barrios, los cuales se multiplican por cientos, no solo en la 42 de Capotillo. “Teteos” que buscan institucionalizarse con un proyecto para convertir este infierno en un atractivo turístico. No son ventanas rotas que hay en el país, es una juventud rota, sin perspectiva de mejoría, con una gran desesperanza que se expresa en que, a pesar de que la mayoría de los jóvenes dominicanos poseen un empleo y cubren la totalidad de sus gastos, el 60.1 % de ellos ha considerado emigrar del país. No son ventanas ni sueños rotos, es una realidad amarga y dolorosa, que genera desconfianza, conductas impropias, desapego, acciones antisociales y controvertidas con la ley. Todo eso es condenable y las autoridades deben actuar, conforme a los daños producidos y al quiebre de la convivencia. Y las autoridades tienen los recursos para ello, para actuar con justicia, sin abusos, como sería considerar que esta es “de una gleba viciosa, parasitaria, que vegeta en los ambientes de bebentinas, drogadicción y libertinaje sexual”, como editorializa el Listín Diario. Y junto con la acción de justicia y defensa de la convivencia y seguridad del espacio público, es necesario ir a las causas de estas inconductas para actuar en la raíz. Esto implica incidir en los problemas económicos y sociales que generan insatisfacción en la juventud, y dentro de ello comportamientos inadecuados, antisociales, en conflicto con la ley y la convivencia.

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