sábado, 12 de octubre de 2024

España sacrificó siempre a Santo Domingo

Por Gregorio Moya E.
En relación a España y la colonia de Santo Domingo, el académico José Vásquez Romero establece: “Las prolongadas guerras europeas en las que Francia y España mantuvieron rivalidades por el control de diversos territorios ultramarinos trajeron como consecuencia varios tratados que repercutieron decisivamente en el destino de sus respectivas colonias en la Isla de la Hispaniola”.
Agregamos que, en esas prolongadas guerras y conflictos entre los colonizadores, Santo Domingo, como una de sus colonias fue sacrificada, sufriendo con ello la población que vivía en ellas. En efecto, en sus luchas contra otros imperios coloniales, la Corona de España sacrificó a Santo Domingo en varios períodos de la historia. Esas guerras entre imperios coloniales tenían como motivación el control y la repartición del mundo. Y, si para mantener el dominio de una parte del mundo era necesario sacrificar colonias, lo hacían. En ese sentido, el Reino de España sacrificó a Santo Domingo en distintos momentos. En efecto, mediante el Tratado de Ryswick en 1697, España cedió la parte occidental de la isla a Francia a cambio de recuperar Cataluña, que había sido invadida y ocupada por los Borbones de Francia. Es decir, esta no era una provincia del Reino de España que debían defender, sino una colonia que podían sacrificar. Posteriormente, el Acuerdo de San Miguel de la Atalaya, firmado el 29 de febrero de 1776 entre los gobernadores de las colonias española y francesa en la isla de La Española, buscaba establecer límites territoriales entre Santo Domingo y Saint-Domingue. Este acuerdo fue un paso crucial en la delimitación de la frontera, ya que no existían fronteras definidas desde el Tratado de Ryswick en 1697, que solo reconocía la presencia francesa sin fijar límites claros. Es decir, el sacrificio de una parte de su colonia, se hizo sin medidas ni límites. El acuerdo fue ratificado el 3 de junio de 1777 en Aranjuez, España, donde se formalizó la separación territorial entre las dos colonias. Este tratado, conocido como el Tratado de Aranjuez, consolidó lo acordado en San Miguel y estableció límites permanentes. Francia consolidó su control sobre la parte occidental de la isla, lo que hoy es Haití, mientras que España mantenía su dominio en el este. Todo esto, acuerdos entre poderosos.
El Tratado de Basilea, firmado el 22 de julio de 1795 en la ciudad suiza de Basilea, fue un acuerdo crucial entre la República Francesa y el Reino de España, que puso fin a la Guerra de la Convención (1793-1795). Este conflicto tuvo un impacto significativo en la monarquía española, resultando en la ocupación de varias provincias, incluyendo las Vascongadas y parte de Cataluña, por las fuerzas francesas. Pero el de mayor impacto fue en la isla que hoy ocupan dos pueblos, dos naciones, dos Estados. España recuperó los territorios ocupados por Francia en el norte de la península ibérica, pero cedió su parte oriental de la isla de La Española (actual República Dominicana) a Francia. Esto significó que toda la isla pasó a estar bajo control francés, completando así una división territorial que se había prolongado desde el Tratado de Ryswick en 1697. Es decir, sacrificaron la colonia y a sus pobladores, desentendiéndose de ellos. Aunque los hispanófilos nos quieran decir lo contrario, lo cierto es que los habitantes de esta isla, sobre todo los criollos, no eran considerados españoles.
A propósito de ello, Juan Bosch consideró con justeza que estos acuerdos reflejaban los "fríos cálculos del egoísmo" de los líderes españoles, quienes priorizaron sus intereses sobre el bienestar de la población. Según el destacado historiador, literato y político, luchador por la democracia y los derechos del pueblo dominicano, estos acuerdos representaban un acto de despojo que ignoraba los derechos e intereses de la población local. Bosch consideraba que esta decisión fue tomada sin consultar a los pobladores, quienes se vieron afectados por las decisiones de poderes coloniales.
Juan Isidro Jiménez Grullón, historiador y político igualmente comprometido con las luchas por la libertad y los derechos del pueblo dominicano, coincide en que con el Tratado de Aranjuez se legitimó la ocupación francesa, todo dentro del esquema colonial de dominación existente. Desde entonces, el colono español y el colono francés se repartieron el territorio, como claramente lo dice en su obra, La República Dominicana (Análisis de su pasado y su presente). Y es que, como dice Jiménez Grullón, las colonias “no eran ya simples apéndices de la metrópoli, sino zonas sometidas a una explotación intensiva bajo el control de los representantes de esta. Carecían de independencia o autonomía. Los gobernantes locales mostraban obediencia —por lo menos relativa— a los dictámenes de la Corona, y los habitantes originarios fueron aniquilados o sometidos a la servidumbre o a la esclavitud”.
Como zonas de explotación, las colonias podían ser sacrificadas y entregadas a otros imperios colonizadores, siendo esto la mayor y más intensa explotación y despojo que puede considerarse, porque de un golpe se deshacían de ellas para su propio beneficio colonial. De manera que, es continuando descolonizando la nación y la sociedad dominicana que podremos completar la obra de una República truncada, muestra del fracaso de las clases dominantes y el sistema instaurado. Como dijo certeramente Bosch, “no somos nosotros los que hemos fracasado; ha sido el sistema social, económico y político en que hemos vivido”, y los revolucionarios tenemos la tarea de transformar este sistema social, económico y político, para alcanzar una nación libre, soberana, justa y solidaria, porque sin dudas, los imperios de ayer y el imperialismo de hoy la sacrificarían mil veces para su beneficio.

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